Un mundo mejor

Revista de información y debate DI@LOGOS









TRIBUNA

Se dice a menudo que hoy día no hay valores, que no se respeta nada ni a nadie. Obviamente se trata de una generalización. Aprender a dar valor a algunas conductas y comportamientos ayuda a convivir de mejor manera y a sentirse bien en cualquier ambiente que nos encontremos. Valores como la amistad, la comprensión, la tolerancia, la paciencia, la solidaridad y el respeto, son esenciales para un sano desarrollo de la personalidad.

El respeto es la base fundamental para una convivencia sana y pacífica entre los miembros de una sociedad. Para practicarlo es preciso tener una clara noción de los derechos fundamentales de cada persona, entre los que se destaca en primer lugar el derecho a la vida, además de otros tan importantes como el derecho a disfrutar de su libertad, disponer de sus pertenencias o proteger su intimidad, por sólo citar algunos entre los muchos derechos sin los cuales es imposible vivir con orgullo y dignidad. El respeto abarca todas las esferas de la vida, empezando por el que nos debemos a nosotros mismos y a todos nuestros semejantes, hasta el que le debemos al medio ambiente, a los seres vivos y a la naturaleza en general, sin olvidar el respeto a las leyes, a las normas sociales, a la memoria de los antepasados y a la patria en que nacimos.El respeto comienza en la misma persona, esta basado en la percepción que ésta tenga sobre si misma.

Tener un gran respeto por uno mismo conlleva tener un gran respeto hacia los demás. Reconocemos nuestros recíprocos derechos. Tu derecho a tener tu propio punto de vista, tu derecho a cambiar de opinión sin tener que dar explicaciones, tu derecho a crear un mundo propio en el que poder vivir. Respeto hacia los demás supone tener respeto por sus decisiones y por sus sentimientos. Respetar las decisiones de los demás o sus sentimientos no significa que estemos de acuerdo ni que los compartamos, significa que aceptamos que la otra persona tiene derecho a tener sus propios sentimientos y a tomar sus propias decisiones, sean o no adecuadas para mí y sean o no iguales que los míos.

Quien conoce el límite del otro, podrá vivir una vida sana y saludable, ya sea en su entorno familiar, de amigos, de iguales o en cualquier otro. Quien sabe respetar a los demás, será más fácilmente respetado, porque un mundo mejor es posible.




Desde pequeño siempre tuve el sueño de que de mayor, le compraría una casa a mi madre, siempre y cuando termine mis estudios, pero con el paso del tiempo hasta llegar a la secundaria las cosas fueron cambiando. Siempre me había fijado en mi hermano mayor, como se vestía, la música que escuchaba, las novias que tenía, etc… Pero me empezó a gustar la calle, me gustaba estar con mis amigos del barrio, la gente conocida del barrio que me veía en la calle le decía a mi madre que andaba con malas amistades, que mis amistades robaban, fumaban, bebían etc…

Pero a mi me gustaba estar con esa gente, aunque yo nunca los seguía a robar o fumar ni nada de eso, pero me gustaba estar con ellos. Porque al estar con ellos veía la vida de otra forma, nunca había pensado que esa vida me llamase tanto la atención. Ellos siempre “vacilaban” y era…. ufff una risa estar ahí escuchando música, contando historias de gente que paraba antes ahí, los que se han ido, los que están presos o muertos… Decir “Tengo Gente” era importante incluso necesario para mí y siempre estaba con ellos, me gustaba parar con ellos, estar en el parque hasta tarde y bueno…pasando el tiempo fui conociendo más y más gente y más me encantaba pasar tiempo en la calle.

Hasta que un día me dijeron “Vamos a Ganar” y empecé a robar con ellos, estaba nervioso, pero como estaba borracho, salió solo, como si no fuese la primera vez, me sentí como un capo por unos segundos, fue tan fácil como quitarle un caramelo a un niño, después de eso me sentí como más importante y más respetado dentro del combo. Decían:

-El Jimmy viene ganadote
-¿Vamos a vacilar o qué?
-Sí de una -decía yo

Empecé robando un móvil y la cosa fue enganchándome, aunque sabes que está mal, pero en el momento de vender ese “móvil” y tener el dinero en la mano para “vacilar”, ese pensamiento se te esfuma completamente de la cabeza, de lo poderoso y seguro que me sentía.

Mi mamá siempre me decía que la calle era mala, a lo que yo le respondía “Es mi vida”, pero una madre siempre te da consejos por tu bien, pero hace unos meses que estuve detenido por primera vez, mi mente cambio un poco. Ya la cosa no era como antes, sentía más miedo al intentar hacerlo, ya pensaba las consecuencias, al sentir eso y al querer cambiar, cuando bajaba al parque sentía que ese poder y respeto lo estaba perdiendo, ya no me interesaba tanto ir a “ganar”, mis amigos lo notaron. Al verme privado de mi libertad ví claro el camino que debía tomar. Si en algún momento torcí mi camino hoy en día, haberme visto privado de lo más bonito de la vida, me doy cuenta de todo. No le desearía esta privación a nadie, pero de errores se aprende y ésto sólo es una pausa en mi camino. Ahora mi camino es terminar mis estudios y así con un poquito de suerte le agradeceré a mi madre por todo, por haberme dado una buena educación y que cuando tenga su casita que viva tranquila después de todos los disgustos que le he dado en estos años.

A veces hay que sufrir un poco para darte cuenta de lo que has perdido. El que algo quiere algo tiene que dar y para salir rápido de este pozo supe que tenía que dar todo de mi parte para obtener mi libertad. Aunque hay días en los que ves todo más gris hay que recordar que después de la tormenta viene la calma y que, aunque me encontré en esa situación, todo pasa, todo esta en la mente y en lo que uno realmente quiere hacer. Estar privado de libertar se hace eterno, pero cuando empecé a tomar conciencia, el tiempo pasó más rápido. El tiempo es oro y hay que aprovecharlo. Nunca he hecho tanto caso a las reglas, pero a todo se acostumbra el ser humano y me dí cuenta de que estaba preso, pero no muerto, que es lo único que no tendría solución.

Poco a poco me fui adaptando a la realidad. Después de varias semanas casi se pude comprender lo que es ganarse el pan. Empecé a hacer cosas que no había hecho nunca antes y en cada cosa que hacía, pude comprender lo que es ganarse el dinero aunque fuese poco y eso es algo que nunca había entendido, nunca. Ahora me doy cuenta que hice un mal uso de mi libertad, aunque a veces me sentí agobiado, frustrado, con rabia por estar allí, pero sabía, a la vez, que debía aguantar y seguir hacia adelante. Ahora valoro mucho más la familia, el poder elegir las circunstancias. Se valora cosas tan triviales como el poder salir a la calle a comprarte una “gomina” a la tienda, el auténtico valor de hacer las cosas bien.

Por eso quiero recomendar y aconsejar a los que están en ese camino en eleque yo mismo estuve, lo que deberían hacer para no tener que ir a parar al mismo pozo, porque luego ya es tarde para arrepentirse. Tienes que pensar que nada dura para toda la vida y que tus padres te pueden dejar una buena educación entre otras cosas, porque cosas malas hay y se pueden aprender en cualquier parte, pero lo que te enseñan o aconsejan tus padres NO y mi único consejo para todos los que van en mal camino es pensar las cosas dos veces antes de hacerlas, que valoren que otras personas pueden sufrir fuera más de lo que tu sufres dentro y una vez allí sólo queda aguantar. Piensa que el pasado pasado está. El presente lo puedes mejorar y el futuro lo eliges tú con tus actos.




En un barrio, en algún lugar, vivían dos hermanos de unos diez años poco más o menos, Edela y Damian. Vivían con su abuela, una mujer que, con sus sesenta y siete años a cuestas, padecía de una enfermedad incurable y tenía que sacar adelante a los muchachos.

Los chavales notaban que su abuela se sentía muy enferma y no tenía dinero suficiente para su medicación y, a la vez, darles de comer. Un día, mientras comían, Edela se levantó de la mesa y salió corriendo de la casa. Su hermano Damian la siguió. Damian consiguió alcanzarla en un campo, a las afueras del barrio, y le preguntó:

-¿Qué te pasa hermana?
-¿No te has fijado en la abuela?...está sufriendo y se muere poco a poco.
-¿Qué será de nosotros –dijo Damian- cuando la abuela no esté?, también moriremos de hambre y eso no es justo.

Al cabo de una semana, una triste mañana, la abuela murió. Los hermanos fueron corriendo y llorando a avisar a sus vecinos. Los vecinos acudieron al hogar de los chicos, vieron a la abuela yaciendo sobre su cama, la taparon con una sábana y aquella misma tarde la enterraron.

Al día siguiente los niños, con lo poco que tenían, abandonaron la casa de su abuela, salieron del pueblo en el que habían nacido e hicieron un largo viaje a pie hasta el siguiente pueblo, esperando ser acogidos por alguna familia, pero nadie les prestó ayuda.

Se pararon frente a una tienda de alimentación y se sentaron a descansar en el bordillo de la acera. Un hombre, de buena apariencia, salió del establecimiento, era el dueño del negocio, y viéndoles tan sucios, con sus ropas raídas y tan delgados, les preguntó:

-¿Dónde están vuestros padres?
-No tenemos -contestó Edela. Vivíamos con nuestra abuela, pero falleció hace cuatro días. Como no teníamos a nadie que se ocupara de nosotros, salimos del pueblo y llegamos andando hasta aquí.
-¿Y no encontráis a nadie que se haga cargo de vosotros?
-No señor, contestó Damian, dirigiendo su mirada al suelo.
-Me llamo John Walter, pero todos me llaman señor Walter. ¿Y vosotros cómo os llamáis?
-Yo Edela y él es mi hermano Damian
-No os preocupéis niños, acompañadme a mi casa, allí podréis comer algo y tomar un buen baño. Mi mujer os dará ropas limpias.
-Muchísimas gracias señor Walter.
-De nada, venid conmigo muchachos- les respondió.

John Walter era ya un hombre entrado en edad. Vivía con su mujer, Emma, más o menos de la misma edad. Vivían solos, no habían tenido hijos y aquellos chicos aparecieron en sus vidas como un regalo llovido del cielo. Una oportunidad de tener aquellos hijos que siempre habían deseado.

Al llegar al hogar de los Walter, Emma se conmocionó tanto al ver a aquellos niños desolados, sucios y hambrientos, que pronto los tomó y los consideró como si de sus propios hijos se tratase. La señora Walter les preparó un baño bien caliente, les proveyó de las mejores ropas y de la mejor comida que habían probado nunca. Tan encantados estaban con los chicos que decidieron que se quedarían a vivir con ellos y bajo su techo recibirían la mejor educación posible.

Al día siguiente, el señor Walter, se llevó a los chicos con él. Estaban inquietos pues no sabían adonde se dirigían. Llegaron hasta el drugstore del señor Jonás:

-Buenos días, viejo John y compañía...Bendito sea el cielo ¿cómo tú por aquí? Espero que al menos habrás entrado para gastar tu dinero, viejo avaro.
-Jonás, viejo cascarrabias ¿aún sigues teniendo este destartalado almacén? Quizás tengas por ahí unos libros de escuela, cuadernos, lapiceros y todo eso, ya sabes; porque… ¿tú fuiste a la escuela, no?
-Yo te enseñé a leer viejo estúpido, aunque ya veo que necesitas algunas lecciones más.
-Te las daría yo a ti viejo engreído. El material escolar es para estos niños que me acompañan.
-Más vale tarde que nunca…, se te ve hecho un chaval.
-No seas estúpido, viejo carcamal, sabes bien que Emma no puede…bueno, ya sabes.
-Está bien, disculpa, sólo fue una broma, viejo huraño… Bueno, por ser ellos, que se les ve cara de listos, no como esa cara de asno que usas, voy a ser generoso y te lo dejo todo en 30.
- ¡20!
-Sigues siendo el mismo viejo tacaño de siempre. Qué sean 25.
-Hecho, viejo usurero.

Salieron del almacén de Jonás. El señor Walter explicó a los chicos que tenían que ir a la escuela porque aún eran jóvenes y tenían que aprovechar todas las oportunidades. Les llevó hasta la escuela del pueblo y ellos se sintieron felices por ir a estudiar como los demás chicos de su edad.

Damian, que era el más introvertido, se acercó al señor Walter y le preguntó:

-¿Señor Walter, le podríamos llamar papá? -. Walter se emocionó y se le saltaron las lágrimas, que resbalaban por su cara:
-Pues claro hijo mío, claro que podéis llamarme papá -respondió Walter-.
-¿Y a la señora Walter, también la podemos llamar mamá?
-Claro que sí. A ella le hará muy feliz.

Los niños también se emocionaron y todos se dieron un fuerte abrazo.

Al día siguiente los niños fueron a la escuela. El maestro pronto se percató de que ambos eran muy inteligentes. Habló con Walter y le dijo que tendría que matricularles en el curso siguiente. A él le pareció una fantástica idea, estaba muy feliz por tener a esos dos pequeñajos, eran listos y muy educados, los maestros también estaban muy contentos con ellos.

Pronto, los dos hermanos empezaron a destacar como buenos estudiantes. Iban superando curso tras curso con facilidad. Sus calificaciones no podían ser mejores, por lo que, cuando cumplieron la edad de estudiar en la universidad, recibieron cada uno una beca para estudiar en una Universidad de la Ciudad. Los jóvenes estaban muy contentos y el señor Walter también. Ya hacía algún tiempo que Walter había enviudado y decidió vender la tienda que regentaba en el pueblo y trasladarse con los chicos para compartir con ellos esa nueva aventura y abrir un negocio allí.

A las dos semanas iniciaron el viaje. El señor Walter abrió una tienda de ropa y le iba bastante bien. Los chicos habían comenzado sus clases en la Universidad. Damian quería ser abogado y Edela médico. El pensamiento del señor Walter fue siempre que les quería y se interesaba por su protección, porque él nunca tuvo hijos, por lo que los chicos le hicieron sentirse como una familia feliz.

Transcurridos seis años, los dos hermanos terminaron sus estudios. Edela comenzó a trabajar en un prestigioso hospital de la ciudad y Damian en un bufete de abogados.

Un día, un mes de julio, por la noche, salieron a divertirse. De vuelta, Damian venía acompañado de unos colegas del Bufete. Su hermana Edela volvía bien acompañada de un chico muy guapo que había conocido aquella noche.

Damian y sus colegas volvían de camino cada uno a su casa por una calle de no muy buena reputación en la ciudad. Les siguieron seis chavales vestidos con gorros negros, chaquetas de cuero y unas botas estilo militar. Uno de sus colegas, Andrés, que era el más joven, con veinte años, estaba un poco asustado. Uno de los seis chavales gritaba algo así como una consigna estereotipada que para Damian no tenía mucho sentido y con la que daban vivas a lo que reconoció como un siniestro personaje de la historia. Los seis chavales corrieron hacia Damian y sus colegas, sacando una daga y un bate de béisbol cada uno. A pesar de que Damian y sus colegas corrían por todas las callejuelas, fue inútil, les acorralaron en una calle con doble salida, tres les venían por la espalda y tres de frente. A Kevin, uno de los colegas de Damian, le apuñalaron en el corazón. A Andrés y a Damian les golpearon con bates de béisbol. Y entonces fue cuando a Damian le cercenaron el cuello con una daga. Cuando Andrés vio a sus colegas yaciendo en el suelo, muertos, temió que le iba a pasar lo mismo y salió huyendo hacía la casa del señor Walter, donde vivían los dos hermanos.

Allí se encontraba Edela con su nuevo amigo. El señor Walter no estaba en casa. Casi sin aliento y presa del miedo, le contó a Edela lo sucedido y que sólo él pudo escapar. Edela, atónita, no sabía qué hacer. Le miró muy desesperada y fue corriendo a la calle en donde habían matado a su hermano y a uno de sus colegas.

Cuando llegó a la calle vio a los dos tendidos en el suelo, desangrados, se puso rodillas y, agarrando a su hermano, empezó a llorar y a dar gritos de rabia. Edela, desesperada, se preguntaba por qué les había tenido que pasar esto, si ellos nunca hicieron mal en toda su vida, aunque comprendió que cada uno tiene su destino haga lo que haga.

Edela fue a buscar al señor Walter le contó lo sucedido. Decidieron que enterrarían a su hermano Damian al lado de su abuela. Al día siguiente Edela y el señor Walter se trasladaron al pueblo natal de los hermanos y allí enterraron a Damian junto a la abuela como habían decidido. Los dos se abrazaron y lloraron junto a su tumba. El señor Walter deslizó suavemente su brazo sobre el hombro de Edela y ésta le dijo:

-Me gustaría ir a la cascada del río, donde solíamos jugar Damian y yo.
-Vamos hija –replicó el señor Walter.

Al llegar se sentaron frente a la cascada y Edela habló sobre los días felices que pasó junto a su hermano, de cuando pescaban peces, se bañaban y jugaban en el agua. Luego Edela habló sobre el destino, que nadie conoce su destino en esta vida tan cruel y tan injusta. El señor Walter la arropó con su hombro y le susurró:

-Sigue tu camino y no mires atrás, y serás feliz.




Tengo un vago recuerdo de mi padre. Yo era una niña cuando falleció. Pero entonces no supe lo que significaba realmente aquello. Debía tener unos 4 ó 5 años, no sé, no recuerdo bien. Pasaron algunos años más hasta que me atreví a preguntar a mi querida madre la causa de la muerte de mi padre, aquel hombre que me había dado la vida a mí y a mi pequeño hermano.

Yo ya había cumplido 15 años. Mi madre se sentó a mi lado y comenzó la explicación. Yo no entendía muy bien lo que me quería decir, puesto que era una muchacha todavía bastante joven para comprender ciertas cosas. Me contó que mi padre había tenido problemas con las drogas. Yo no me creía lo que mis oídos escuchaban. Mi padre era un toxicómano; y claro, a causa de haber llevado esa clase de vida, le habían quedado alguna que otra secuela, hasta que un día ya le falló definitivamente el corazón.

A partir de entonces no sé qué me pasó que empecé a comportarme como nunca antes lo había hecho antes en mi vida. Empecé a fumar hierba; a irme con gente que no era muy buena influencia para mí; dejé los estudios y me convertí en una bala perdida durante un largo tiempo, hasta que un día, llevando una moto, todo fumada, fui a estamparme contra el escaparate de un centro comercial. Y allí, tumbada, boca arriba, viendo lo que pensaba eran las estrellas, no sabía cómo podía a ver llegado a esta situación. Y la situación es que fui a dar con mis huesos a la comisaría. Además, en la comisaría me informaron que tenía una denuncia por agresión junto con otras dos supuestas amigas, que en realidad no lo eran, y yo es que no sabía ni cómo ni dónde ni cuándo.

Pasé esa noche en el calabozo. A pesar de los destrozos en el centro comercial y el trastazo con la moto, sólo tenía algunos rasguños… y todo el cuerpo dolorido. Afortunadamente nadie resultó herido. No tuve valor de pegar ojo en toda la noche. No paraba de venirme a la cabeza la imagen de mi madre cuando llegó a la comisaría. Aquella mujer lloraba como si de mi muerte se tratara, y repetía una y otra vez qué había hecho mal para que su hija acabara como una delincuente. Para consolarla, le decía que ella no tenía la culpa de mi mala cabeza. Pero no sirvió de nada, todo mi esfuerzo era en vano.

Unos meses después de aquello, conocí a quien iba a ser mi primer amor, con el que experimenté lo que era el verdadero amor. Fue el primer y el único hombre que me haría mujer. Ninguno de los dos sabíamos que acabaría internada en un centro de menores.

A resultas de mis andanzas, que ya os he contado, el juez me impuso una media de libertad vigilada. Entonces pensé que había tenido suerte después de todo. Pero conocí a mi chico, y el amor que sentía por él era mayor que la obligación de presentarme al juez todas las semanas. Pero como su señoría no pensaba lo mismo, quizás pensó que la única forma de reformarme sería internándome en un centro de menores. Yo sólo pensaba en mi amor y que estaríamos algunos meses separados, pero me consolaba pensando que luego tendríamos toda la vida para estar uno al lado del otro y cumplir cada uno de nuestros sueños.

Los días en el centro pasaban y nuestro amor no se apagaba. Nos comunicamos a través de cartas. Me recordaba a las historias que me contaba mi abuelo de cómo conoció a mi abuela, ya que ambos se carteaban cuando él estuvo haciendo el servicio militar. Éramos como las parejas de antaño: todo era mediante cartas y fotos que me enviaba.

Al principio pensaba que estar en el centro era como morir, ya que me faltaba mi libertad. Pero en realidad, me di cuenta de que era como una segunda oportunidad que me daba la vida, ya que tenía la posibilidad de retomar mis estudios para formar mi futuro y saber cómo actuar en la vida si me volvía a suceder alguna situación parecida a la que me había traído hasta aquí. Al fin y al cabo, uno pocos meses no era nada comparado con el resto de mi vida.

Todavía me acuerdo de aquél día que recuperé mi libertad y volví a mi vida normal, pero con una gran diferencia: había aprendido una valiosa lección de la vida. Así fue como me di cuenta de que había madurado al completo, de que ya no pensaba como una niña, sino que comencé a pensar como una mujer. Empecé a valorar más los pequeños detalles de la vida y también comprendí lo valiosa que era mi libertad. En definitiva esta experiencia me cambió la mentalidad al completo.

Pasaron los años, me casé con mi amor y tuvimos una preciosa niña. Según iba creciendo, nos dimos cuenta de que la vida no era tan sencilla como nos imaginábamos cuando éramos unos críos. Sentía el temor de que le sucediera lo mismo que a mí. Así que decidí contarle mi historia para que ella pensara muy bien las cosas y no se dejara influenciar por la gente. Afortunadamente, mi hija no cometió el mismo error que yo. Me sentía llena de orgullo de tener una hija como ella. Estaba siempre muy mentalizada con sus estudios y era muy educada y respetuosa con todo y con todo el mundo. Decidió estudiar un grado superior y aprender la profesión de fisioterapeuta. Ahora trabaja y vive con su pareja, y siempre me dice lo feliz que es y lo agradecida que está. Y yo sigo haciendo mi vida, igual de enamorada de mi marido.

Y así es como ha transcurrido mi vida. En mi adolescencia aprendí una valiosa lección: que yo era responsable de mis actos y debía pensar bien las cosas antes de hacerlas, que sí surgía algún problema tenía que afrontarlo y no liarme la manta a la cabeza, y, sobre todo, aprendí que hacer un buen uso de la libertad hace la vida un poco más sencilla. No sé lo que pensaría mi padre de ésto, pero esté donde esté, espero que se sienta orgulloso de nosotras.





Es una película cuyo guionista ha tenido la intención de enfocar dos caras muy presentes en la sociedad europea, aunque no muy usualmente unidas, como son, el choque intercultural y el género.

Este largometraje es un fiel reflejo de las diferencias culturales que asolan a esta pareja de enamorados, y cómo lucha ella, una suiza con las ideas claras, para intentar afinar estas maneras y que su relación funcione.

La protagonista intenta introducirse en la cultura masai, aunque no complemente, ya que en demasiadas ocasiones llega a su límite. Ella siente la necesidad de ayudar a otros seres humanos, mientras que el masai no comprende esta necesidad y los trata como animales.

La masai no es una cultura fácil de comprender. Tanto sus costumbres como sus ciencias no son muy comunes en las civilizaciones europeas, lo que lo hace más difícil de comprender para personas que no están acostumbradas a lo mismo que ellos.

Aun así, la chica venció todos los estereotipos que tenía su familia y se casó con el Masai, aunque las diferencias no eran fáciles para ella, por ejemplo, dormir entre ganado y en el suelo, verle beber sangre de los animales, sus hábitos alimenticios, vivir con la suegra, etc. Cosas que para personas europeas no son corrientes.

Además de todo lo anterior, también intenta convivir con el pensamiento machista de su esposo, aunque no le fue nada fácil, ya que eso le causa más de un episodio de tensión. Durante el largometraje se puede observar cómo la relación se va deteriorando, hasta que él le llega a maltratar físicamente con el fin de obtener su “respeto”. No voy a contar el final de esta historia real, mejor os invito a verla y a analizarla.

En esta película se ilustra perfectamente el machismo en sus numerosos aspectos, como puede ser el sentimiento de superioridad, el control obsesivo y la manera de actuar con ella durante sus primeros encuentros sexuales, donde la domina por completo y tan solo se ocupa de satisfacer su propia necesidad sexual.

Es una historia real, contada por la protagonista en un libro super ventas.










Madi empezó a consumir con 12 años. Al principio fueron los paquetes de tabaco, luego pasó a la marihuana. La primera vez que lo probó le gustó bastante. Estaba en el salón de su casa con algunos de sus amigos y tuvo una sensación que no había sentido nunca antes. Se sentía muy relajada, le hacía gracia cualquier cosa. Después de esa primera vez, siguió consumiendo, ya fuera con sus amigos o a solas. Pasaba el tiempo y Madi ya no fumaba de la misma manera. Cada vez fumaba más cantidad y con más frecuencia. En el taller de prevención en drogodependencia aprendió que a eso se le llama “tolerancia”, es decir, que cuando se ha pasado un tiempo fumando, apetece consumir más cantidad para poder sentir el mismo efecto. Cuando esto pasó, Madi ya estaba totalmente enganchada a la marihuana. Fumaba mucho pero nunca llegó a volver a sentirme como las primeras veces. Necesitaba fumar marihuana para poder dormir, para calmar los nervios; si en algún momento lo dejaba, ya sentía ansiedad.

Desde que empezó a consumir la vida de Madi cambió mucho. En ese tiempo cambió de amistades y se juntaba con gente que fumaba y que también consumían otras sustancias adictivas. Empezó a tener problemas con su familia. Cualquier cosa que le decían la desquiciaba. Estaba todo el día enfadada con sus padres. Su madre registraba en la habitación cuando ella no estaba, a ver si encontraba porros, para tirarlos a la basura. En una ocasión los encontró y llevó la marihuana a la comisaría. Madi se enfadó mucho con su madre. Pensaba que lo único que quería era fastidiarla, cuando la realidad es que sólo estaba intentando ayudarla. Muchas veces se escapó de casa para que la dejase tranquila.

Madi tenía que levantarse durante la noche para fumarse un porro, porque si no, no podía conciliar el sueño. Cuando su consumo de marihuana ya era muy alto, sentía que fumar ya no le causaba el afecto que tenía al principio. Ocurrió entonces que sus amigos le dieron a probar cocaína. Cuando la probó también le gustó. Ese mismo día había estado fumando porros y al probar la cocaína, de repente se despertó de la fumada y empezó a hablar más con la gente, tenía ganas de bailar, estaba muy feliz. Pero poco tiempo después probó algo que aún le gustó mucho más. Era una droga que no tenía que estar consumiendo durante todo el día y a cada hora. Con la cocaína, el efecto le duraba sólo una hora, como mucho dos, pero esa nueva droga cuyo efecto sí le iba a durar todo el día era el cristal. Desde que lo probó no volvió a meterse una sola raya, pero sí siguió con el cristal. Le gustó mucho, pero intentaba no consumirlo tanto por que ya tenía mucha información sobre los efectos a largo plazo: un año consumiendo cristal envejece 10 años de tu vida. Por eso decidió que sólo lo utilizaría en ocasiones especiales.

Todo esto es lo que Madi llegó a consumir antes de empezar su rehabilitación. Al principio estaba muy nerviosa y agresiva porque no podía soportar la idea de que toda la diversión que estaba teniendo esos días se le fuese a acabar. Antes de empezar la rehabilitación tuvo que ingeniárselas para poder esconder marihuana, tacaco, papel y mechero. Y así lo hizo. Cuando nadie la vigilaba, pasaba el tiempo tan tranquilamente fumando porros, sobre todo por las noches, hasta que la pillaron, y fue horrible, pero eso no fue lo peor, le quitaron todo lo que había escondido y, sin poder consumir, cada día estaba más enfadada y cuando salía del centro con el grupo las liaba. Así pasó varios meses con unas ganas horribles de consumir y hasta ahora, que no es que le vaya muy bien, pero ya va poco a poco llevándolo mejor, y ha conseguido llegar a la última etapa de la rehabilitación y todo.




La discriminación y la explotación de las mujeres son testigos de muchos de estas prácticas, pero las situaciones más duras y difíciles son de las mujeres inmigrantes traficadas, a las que se les obliga a realizar la prostitución. Las agresiones a las que están sometidas estas mujeres son su dura realidad.

En los últimos años los medios de comunicación han reflejado los problemas generados por la prostitución en las calles más que por la situación real que pasan estas mujeres. El tráfico de personas y la trata de blancas, además de ser delitos contra la dignidad, son formas de violencia de género, de abuso ante la indefensión de las mujeres.

La utilización de estas mujeres como mercancía y su explotación sexual y laboral dan lugar al término “esclavitud moderna”, prohibida en los países desarrollados. Las ganancias económicas de estos negocios a nivel mundial llegan a unos 7.000 millones de euros. En España sobre el año 2000 se desarticulo una red que generaba unos mil millones de euros. El tráfico de mujeres es un negocio de poco riesgo y elevado beneficio, lo que hace que crezca el tráfico de estas personas.

Es difícil delimitar la aparición del tráfico de mujeres. Estas personas emigran de sus países para encontrar algo mejor, pero muchas de ellas serán objeto de explotación, humillaciones y persecución legal.

Además, la inmigración está vinculada con la prostitución, siendo el núcleo de las mujeres traficadas. Según información de las Brigada Central de Extranjería de la Policía, de las 117 redes de mafias que hay, 82 eran de prostitución. Hay muchas causas que favorecen el tráfico y explotación sexual de las mujeres, podemos distinguir las siguientes:

1.Causas en los países de origen.

La pobreza y miseria: Casi siempre las victimas provienen de un país de pobreza extrema.

Situaciones de violencia y de guerra: Otros elementos que se tienen en cuenta son los conflictos civiles y militares que crean necesidades de salir de esas situaciones, lo que hace más fácil que las víctimas caigan en esas redes.

La feminización de la pobreza: La explotación es común en hombres y mujeres, pero la mayoría de estos sucesos le ocurren a las mujeres debido a la desigualdad que padecen en los hábitos de vida. No tienen el mismo derecho a la cultura, educación, derechos de propiedad, política y social, en muchos de estos casos están sometidas a la violencia y abuso. En países africanos o asiáticos existe una tradición, que la mujer es propiedad del varón, por tanto carne de cañón para la esclavitud de compra y venta.

2.Causas de los países receptores.

La supremacía del mercado y del consumo en las sociedades del bienestar son las principales causas de referencia en los países receptores. Las leyes del mercado, la oferta y la demanda y la sociedad del consumo, funcionan en la industria del sexo. Si hay hombres dispuestos a pagar por un servicio, habrá oferta entonces.

En muchos países la mujer es la mercancía perfecta para satisfacer las necesidades del cliente que genera riquezas y crea empleo.

A la víctima se la utiliza como un objeto que se puede comprar, vender, cambiar y utilizar solo para el goce del cliente. En nuestras sociedades queremos prostitutas, pero no las tratamos como personas.

Vacío legal en el ámbito nacional e internacional: La compensación que se le exige a la mujer es de un valor tan alto que corre riesgos, su vida y también sus familiares.

3.Intervención social y acciones desarrolladas.

El gobierno de España, a través de sus centros de información y asesoramiento jurídico, empezó en 1997 a detectar situaciones de tráfico y explotación sexual, la prostitución y matrimonios serviles.

Varias mujeres intentan regularizar estas situaciones con los profesionales, quienes se encuentran con situaciones de mujeres que abandonaron los clubes en los que estaban esclavizadas gracias a la policía o ayuda de un cliente.

Todo este problema en vez de desaparecer ha ido creciendo. En el último año la demanda de servicios sexuales y el aumento de la oferta han crecido aún más, desembocando en la prostitución ejercida en la calle, parques, polígonos industriales. Por todo esto en 1999 presentaron asesoramiento socio-jurídico a las víctimas de tráfico. Las prostitución está asociadas al tráfico de mujeres inmigrantes, a la explotación sexual incluso a la utilización del engaño con falsas promesas de trabajo en España, la violencia física y psicológica y el secuestro de estas mujeres con el fin de la prostituirlas.

Yo opino que los hombres deberían pensar en qué es lo que hacen cuando contratan a una prostituta, en realidad están aprovechándose de su debilidad, tratándola como un objeto sin pensar en los problemas que pueda tener, o por qué está en plena calle haciendo eso.




En nuestra sociedad está mal visto el hecho de que hombres y mujeres tengamos los mismos derechos, cuando la realidad es todo lo contrario, y algunas de las cosas o costumbres que hacen los hombres, si las hiciese una mujer, pasaríamos a ser insultadas o mal vistas en la sociedad, incluso entre las mismas mujeres.

Yo pienso que tendrá que cambiar esto algún día, esa forma de ver las cosas y pasar a ser todos iguales. En la mayoría de las empresas o trabajos, los hombres son los jefes, cuando un porcentaje muchísimo menor lo ocupan mujeres siendo responsables de algo, o jefas. ¿y qué pasa con nosotras las mujeres, acaso no tenemos el valor y capacidad para llevar una empresa? ¿o los hombres, no pueden hacerse cargo del cuidado de su hijos sin ayuda de una madre? Mucha culpa de esto la tenemos las mujeres por no educar igualitariamente a nuestros hijos e hijas.

Mi opinión es que podemos ser iguales a los hombres en todos los aspectos y no veo bien el machismo que nos domina, ni las creencias, ni ideas de la mayoría de las personas que entienden que es algo normal.

La identidad de género es aquella que socialmente condiciona la vida de las personas desde su nacimiento. A las mujeres y a los hombres los educan desde pequeños de diferente forma para enseñarles qué es normal para ellos o ellas. A veces a los niños ya de pequeños les enseñan que las mujeres son más delicadas y débiles, a las que tienen que defender, cuidar, proteger… cosas así hacen que a las mujeres las traten como si fueran algo que dependiera de ellos, y así también muchos chicos han llegado a sentirse dueños de ellas, manejándolas a su antojo, haciéndolas sus criadas, incluso maltratándolas o abusando de ellas.

Muchas veces la culpa es de nosotras mismas por dejarles a ellos desde un principio dejarse manipular, y haciéndose sumisas a los que ellos les dicen, también muchas temen alejarse por temas de tener hijos en común y no poder irse y abandonar, por el hecho de ser mantenidas por él y no tener dónde ir.

Cosas así hay por todas partes ya que la violencia de género ha hecho que por todo el mundo haya creencias y atribuciones sociales que hagan que la mujer parezca más débil y el hombre más dominante.

Se dice que las mujeres son culpables por los malos tratos de los maridos porque ellas mismas se lo permiten. No pueden hacerse respetar, y ellos ya no van a cambiar su forma de pensar. Si desde un primer momento lo ven bien y se dejan manipular y hacen todo lo que les mandan.

No hacen nada por buscar trabajo ni por salir de la rutina. Piensan que solo valen para eso, ya que el marido, o cualquier hombre las educan desde pequeñas de que tienen que ser las dueñas del hogar, pero para mantenerla limpia, cuidarlos a ellos, de los niños, preocuparse por la comida… y con el tiempo lo acaban viendo bien y se creen que no saben hacer otra cosa.

Por eso no buscan alternativas para cambiar eso, y por cosas así a los hombres se les sube el ego y se acaban volviendo más controladores y agresivos, ellas se lo permiten porque piensan que las cuidan pero en verdad lo que hacen es tenerlas atadas, para que no sean libres y no tengan otra vida más social nada más que en su casa, incluso en algunos casos ni con la familia. Y así acaban levantándoles la mano por cualquier cosa, día tras día hasta que lo hacen rutinario, humillándolas.
Las mujeres tienen sentimiento de culpabilidad de cómo las tratan, ya que ellas mismas se permiten que el marido las aleje de todo. Muchos hombres pueden llegar a ser muy retorcidos, celosos… que se mudan lejos de donde conocen sus mujeres para tenerlas controladas, al tener la seguridad de no conocer a nadie en un sitio nuevo, y eso les garantiza no poder contactar con su familia ni si quiera para encontrarlos, para cuando ella intente escapar o simplemente irse no tengan a donde ir, por eso los celos pueden llegar a convertirse en una obsesión , en la que no permitan a la mujer tener a seres queridos cerca, y esa obsesión hace que muchos hombres hagan lo mismo, para esa desconfianza para ellas por pensar que puedan irse con otros.

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